"Jehová,
si mirares a los pecados, ¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse? Pero en ti hay
perdón, Para que seas reverenciado". Salmos 130:3-4
Nadie
que no se cubra con la justicia de Cristo podrá ser y sentirse perdonado. Quien
no confiese sus pecados y se aparte de ellos, no alcanzará Misericordia. Todo aquel
que cometa faltas en contra de Dios y no reconozca que se equivocó y acuda a
Dios en busca de luz para no volver a caer, no podrá sentir el gozo y la paz
que trae al Corazón el sentirse perdonado.
El perdón
es un acto de amor. Dios nos ama, por eso nos perdona. Pero no es al azar, que
escoge a unos sí y a otros no, Dios no trabaja así. Dios perdona a TODO aquel
que se arrepiente de su falta. Y lo mejor, NUNCA más se acuerda de esa falta,
es como si esa confesión la arrojara a lo profundo del mar.
¿Por
qué entonces nosotros no perdonamos? Somos tan mazoquistas, que hasta nuestras
propias faltas nos torturan en el recuerdo. Si ya las confesaste y te apartaste
de ellas, Dios ya te perdonó. Ya lo olvidó.
Y ¿por
qué entonces no somos capaces de perdonar una falta contra mi? Si Dios, que es
Dios, Soberano del universo, Rey de Reyes y Señor de Señores, perdona, ¿cuánto
más debo hacerlo yo?
El no
perdonar enferma, te convierte en un ser lleno de odio y rencor, te roba tu paz
y siembra en tí amargura. Hoy puede ser el día que marca la diferencia en tu
vida. Atrévete a perdonar.
Recuerda,
el mañana puede no venir para tí. El día de poner tus cuentas claras con Dios,
es hoy.
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