“Dad
gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo
Jesús” 1a Tesalonicences 5:18
Cada
tercer Jueves de noviembre se celebra en los Estados Unidos y gran parde de
Canadá el famoso Dia de Accion de Gracias.
Es una tradición centenaria, que recuerda cuando los peregrinos ingleses
llegaron a territorio Americano huyendo de la persecusión cristiana en Europa.
Llegaron al área conocida como Nueva Inglaterra, más exactamente al Estado de
Massachusetts, donde, en medio frío cruel y despiadado, se encontraron con
nativos Americanos que poblaban ese territorio.
Estos últimos acogieron a los
migrantes, los recibieron y finalmente adoptaron esa tierra como propia. Al año
siguiente y a partir de allí todos los años, como muestra de gratitud hacia los
nativos, los peregrinos celebraban una cena especial en donde compartían con
aquellos quienes habian permitido llegar a su territorio y ser parte de su
familia. Ese día de noviembre cenaban y daban gracias a Dios por los favores
recibidos.
Evidente
y tristemente en la actualidad se ha perdido el sentido de esta tradición, a
pesar de ser casi una fiesta nacional, incluso para muchos más importante que
la misma Navidad.
Hoy en día se ha comercializado mucho esta celebración (como
todas, en realidad). Muchas familias la celebran como requisito para encontrarse
y verse quizas esa única vez en el año, muchas otras lo hacen para por fin
degustar el famoso pavo y estoy segura que muchas otras ni siquiera al comenzar
a cenar, agradecen.
Otras por supuesto si lo harán, sí recordaran ese día como
un momento especial para elevar una oración al Cielo y agradecer por tantas
bendiciones.
Los
cristianos no necesitamos un día al año para esto. Celebramos la ‘Acción de
Gracias’ todos los días (o al menos así debería ser). Ese debe ser nuestro
sentir.
Al despertar, da gracias por la noche que tuviste, a pesar incluso de
no haber dormido bien. Muchas personas se acuestan con la certeza que al día
siguiente despertarán, y no sucede. Al tomar el desayuno, el almuerzo o la
cena, da gracias por los alimentos, porque muchos quizás en ese mismo instante
no tienen idea que comerán. Al salir de tu casa, da gracias porque puedes
hacerlo, quizás desean hacerlo y están privados de su libertad. Y si eres uno
de ellos, también agradece.
Muchos
afirmarán, y con toda razón, que cómo es posible agradecer en medio de las
dificultades, en medio de la enfermedad, en medio de la crisis financiera, en
medio del problema familiar o incluso al borde de la muerte. ¿Cómo podría
hacerlo? Recuerda, lo que nos sucede no amerita de nosotros un ¿POR QUÉ?, pero sí un ¿PARA
QUÉ?
Cuando
aprendamos a preguntarle a Dios el ‘para qué’ en lugar del ‘por qué’, aprenderemos
a ser agradecidos. Inténtalo.
Recuerda,
el mañana puede no venir para ti. El día de poner tus cuentas claras con Dios,
es hoy.